"Ayer me creía inteligente, así que quise cambiar el mundo.
Hoy soy más sabio, así que me estoy cambiando a mí mismo."
Atribuido a Rumi, Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī (جلالالدین محمد رومی), gran poeta y místico persa del siglo XIII
Reflexión
Hoy, al observar las noticias del mundo, con sus fronteras tensas y sus heridas abiertas, cuesta imaginar que muchos de esos territorios —hoy divididos por conflictos e incomprensiones— compartieron alguna vez saberes, poesía, medicina, contemplación astronómica y espiritualidad.
Tal vez Rumi no caminó físicamente por todas esas tierras,
pero sus palabras sí: fueron leídas, recitadas, cantadas, comprendidas y transmitidas en mezquitas, escuelas, jardines y rincones de sabiduría a lo largo de los siglos.
Y quizás... solo quizás, como suele pasar con todo lo que miramos desde lejos,
hoy vemos sólo una parte,
ensordecidos por el estruendo de las noticias y el zumbido constante de las redes sociales.
Tal vez somos ciegos a los pequeños y silenciosos avances humanos que también florecen en esos mismos lugares:
personas sabias, amorosas, dedicadas a la paz, a la enseñanza,
a la medicina, al arte…
Vidas enteras tejidas con esmero y compasión,
fuera del foco, lejos del ruido.
Historias que apenas vislumbramos a través de familiares y amigos, que conocen a alguien que conoce y vive esas vidas invisibles.
Así como propuso Rumi, y también remarcó el Profeta Muhammad (en mi versión libre):
“Dios no cambiará la condición de un pueblo
hasta que cada uno cambie lo que hay en sí mismos.”
(Corán 13:11)
Si dejáramos de vociferar para intentar cambiar a otros,
y comenzáramos por cambiarnos a nosotros mismos,
en silencio y con honestidad,
quizás podríamos empezar a encarnar, en lo cotidiano,
aquello que otro sabio —también de esas tierras— enseñó hace siglos (también mi versión libre):
“Harías mejor en mirar la viga en tu propio ojo
que en sacar a la fuerza la paja del ojo ajeno.”
Esta reflexión no busca criticar a nadie, ni abanderarse por ninguna causa, posición o trinchera. No es un juicio, ni un análisis geopolítico.
Es apenas una invitación íntima y quizá necesaria, a mirarnos hacia adentro, donde también ocurre el mundo.
En silencio.
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